Bueno, en esta entrada cabría hablar solo del buen, buenísimo uso del castellano que hace Ildefonso Falcones en su último libro: La mano de Fátima. Rigurosamente documentado, con una trama que mantiene el interés del lector desde el inicio de la novela. En ella hace una utilización rica del lenguaje, precisa cual bisturí de cirujano pero llena de matices como si se tratase del pincel de un maestro de la pintura como lo es Velázquez. Cada palabra se convierte en una pincelada que va completando el cuadro con ricos detalles hasta llegar a lo que esta humilde lectora cree que es una obra maestra.
Jamás me gustaron los libros “gordos” me pesan demasiado en las manos pero éste, con sus más de 950 páginas se me ha hecho breve. He disfrutado de cada momento y, en ocasiones, cuando el sueño me vencía se me hacía difícil dejar la lectura. Durante el día he anhelado el momento de tener un huequito libre para poder proseguir con mi lectura. Vamos, que el libro me ha enganchado como sólo lo hacen los grandes libros.
La acción se inicia en las Alpujarras en 1568 con la revuelta de los moriscos a causa de las injusticias que sufren y que incumplen los acuerdos alcanzados tras la rendición de Boabdil. El hilo conductor de la novela es el protagonista, Hernando Ruiz, hijo de una morisca y un sacerdote cristiano, atrapado entre dos religiones, la cristiana y las islámica. El libro narra el genocidio que sufrieron los moriscos y pretende lanzar un mensaje de tolerancia y convivencia entre las diferentes culturas y/o religiones.
En breve otra entrega del Uso y abuso del castellano.
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